MATONES DE DISCOTECAS

EMPIEZA HOY ESTE BLOG CON LA FINALIDAD DE DENUNCIAR PUBLICAMENTE LOS CASOS DE BRUTALIDAD Y TORTURA DE ESOS PORTEROS DE DISCOTECAS QUE TAN SOLO SON MATONES A SUELDO DEL MEJOR POSTOR.

ENTRE ESA GENTUZA ENCUENTRAN ACOMODO NAZIS, FASCISTAS, DELINCUENTES Y DEMÁS GENTE PREPARADA EN GIMNASIOS PARA HACER DAÑO, INDIVIDUOS DEL ESTE DE EUROPA, BULGAROS, RUMANOS, RUSOS, CON DELITOS EN SUS PAISES DE ORIGEN PERO QUE AQUÍ SE DEDICAN A REALIZAR LO ÚNICO QUE SABEN HACER, DAÑO, PALIZAS GOLPIZAS Y EN OCASIONES ASESINATOS DE NUESTROS JÓVENES QUE VAN A DEJARSE SU DINERO EN ESOS LOCALES TAN ATRACTIVOS Y QUE SON REGENTADOS POR GENTE SIN ESCRÚPULOS, EMPRESARIOS AL MÁS PURO ESTILO MAFIOSO, QUE SABEN Y CONOCEN, PORQUE POR ELLO PAGAN, EL DAÑO QUE ESTÁN CAUSANDO SUS MATONES, POR LO QUE SON TAN CULPABLES COMO ELLOS.

EN MUCHAS OCASIONES ESTO OCURRE POR LA PASIVIDAD Y RELAJACIÓN DE NUSTRAS FUERZAS DE SEGURIDAD, QUE CUANDO SE ACERCAN NUESTROS CHICOS A COMUNICARLES LO OCURRIDO HACEN EN MUCHAS OCASIONES LA VISTA GORDA Y SE LAVAN LAS MANOS. NO SABEN QUE TAMBIÉN CON ESA ACTITUD PERMITEN LOS ABUSOS DE ESA GENTUZA QUE SE LLAMAN PORTEROS DE DISCOTECA CUANDO LA REALIDAD ES QUE SON MATONES DE DISCOTECA.

DESDE AQUI IREMOS DANDO LOS NOMBRES DE LOS LOCALES QUE PERMITEN Y ALIENTAN ESA PALIZAS, LAS FOTOGRAFÍAS Y LOS NOMBRES DE LOS MATONES, Y TODO CUANTO QUIERAN ESCRIBIR CONTRA ESOS DELINCUENTES.

TAN SOLO BORRAREMOS LOS COMENTARIOS DE ESA ESCORIA, QUE NO PERMITIREMOS ESCRIBAN AQUÍ.

PUEDEN ESTAR SEGUROS QUE SUS EXPERIENCIAS CON ESA CARROÑA SERÁN BIEN RECIBIDAS. NO SE CORTEN Y A POR ELLOS, A DENUNCIAR PUBLICAMENTE SUS DELICTIVOS COMPORTAMIENTOS. SON SOLO ESCORIA QUE DEBERÍA PUDRIRSE EN PRISIONES, PERO AQUÍ LA JUSTICIA PARECE QUE CONSIENTE A ESTE EJÉRCITO MAFIOSO DE MATONES PROFESIONALES Y A SUS EMPLEADORES.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Los padres de Iván Herrero, el joven que murió tras recibir un puñetazo en las Llanas, claman justicia entre lágrimas y preguntas

El padre de Iván, Enrique (izquierda), su madre, Charo, y su tío Julián.
Alberto Rodrigo
Álvaro Melcón / Burgos
Cuentan que cuando a una persona le amputan un miembro puede sentirlo como parte de sí mucho tiempo después de haberlo perdido. Si eso es cierto, debe ser lo más parecido a la mirada de una madre a la que le han arrebatado un hijo. Charo habla en presente: «Iván se lleva bien con todo el mundo», «él no es capaz de hacerle daño a nadie». Pero Iván Herrero, soriano de Covaleda, 19 años y estudiante de Formación Profesional, no está. Le enterraron en su pueblo natal el día 3 de noviembre de 2008. El cielo de ceniza y lluvia que ambientaba el último acto de la tragedia no disimulaba las lágrimas de un pueblo vencido, hundido. Todo comenzó la madrugada del sábado 1. Iván, acompañado de los amigos que había hecho rápido en el Padre Arámburu, se divertía en Las Llanas como lo hacían miles de jóvenes. Pero la noche venía cargada de muerte y un puñetazo firmó su esquela. Todo pasó rápido. Alguien les buscó. Alguien les encontró. Alguien.Alguien puede ser un menor de edad, de 1,80 metros de estatura y una envergadura considerable, al que todos los testigos, e incluso él mismo, sitúan como autor material del puñetazo que provocó que la cabeza de Iván se rompiera contra la piedra del escenario de los hechos. Media hora después el equipo de Urgencias del Yagüe sudaba la letra del juramento hipocrático para tratar de salvarle la vida, pero el cerebro del chico ya no respondía. Le operaron, aliviaron la presión sanguínea en el interior de su cráneo... Nada.Mañana se cumplirá un mes desde que aquel oscuro suceso erizara la piel de la sociedad burgalesa, que asistió atónita a un negro capítulo que deja muchas preguntas en el aire. Muchas preguntas y una familia rota, partida. Como tantas veces, un hecho extraordinariamente trágico nos lega poliédricos debates sobre la seguridad de las zonas de copas, sobre las leyes absolutas que no sirven para descender a lo particular, sobre la descomposición de un sistema que atardece compartiendo un calimocho con unos amigos y amanece en la morgue de un hospital. Enrique y Charo, los padres de Iván, son los únicos que saben como asfixia el traje de haber perdido a un hijo. Acompañados de Julián, tío de Iván, hablan en público por primera vez después de la muerte del joven, pero su vía crucis acaba de comenzar. No habrá días, noches y lágrimas suficientes para ellos. Y temen que «tampoco habrá Justicia». El Ayuntamiento de Covaleda quiso hacerse cargo de la acusación particular al presunto homicida, como también lo pretendieron los propios vecinos de la localidad pinariega. Son sus padres quienes la ejercerán, «pero ya sabemos lo que va a suceder».«Nos han explicado que el ser que mató a Iván está protegido por la Ley del Menor, pero a Iván no le va a proteger nadie. Nos han dicho que le pueden caer seis años de internamiento, así que va a estar en la calle antes de que termine el juicio. A nosotros nos queda el muerto, y lo que viene después... Es un calvario». La imagen de Enrique estremece. Está sentado y sus robustas manos le tapan los ojos. Son manos trabajadas, rudas y bañadas de las lágrimas que no consigue contener. La extrema fragilidad de su apariencia congela la sangre, pero no es el odio el sentimiento que marca el ritmo de su pulso. «Es la impotencia de no poder hacer ni siquiera justicia. Nos sentimos inútiles».¿Tutela?La familia Herrero está informada de la declaración prestada por los testigos; también de la de E.H.H., el menor detenido como presunto autor del golpe que mató a Iván, y de D.O.V., en este caso mayor de edad y directamente relacionado -así lo consideró la Instrucción para decretar su ingreso en prisión sin fianza- con las agresiones que sufrió tanto Iván como uno de sus amigos. Y advierten: «Está claro que sólo pegaron ellos -los agresores- y está claro que fueron a por Iván, que le acorralaron y que le golpearon por querer ayudar a un amigo al que estaban pegando sin motivo. Son una cuadrilla de matones y nos parece muy bien la Ley del Menor, ¿pero para qué menor? Según nos han dicho, este (E.H.H.) se ha pasado la vida haciendo daño a los demás y cuando salga volverá a hacerlo. De aquí a dos años estarán buscando a otro Iván». ‘El Pelayo’, que es como se conoce al presunto agresor de Iván, está bajo la tutela de una asociación. Su madre cumple condena en un centro penitenciario y su padre es presa de una grave enfermedad. Tiene 17 años que no aparenta y al ser menor debe de tener un tutor legal y una residencia conocida. «A nosotros nos habían dicho que estaba bajo la tutela de la Junta, pero si tutelar a un menor es tenerle por ahí todo el día buscándose la vida, robando bolsos, pegando a la gente y de copas al día siguiente de haber matado a una persona... Todo esto es ridículo».No es la primera vez que un hecho trágico enciende las luces de los gabinetes legislativos gubernamentales. Ocurrió recientemente con la niña Mari Luz, víctima de un pederesta que debía estar en la cárcel cuando cometió su repugnante fechoría, ocurrió cuando comenzó a hacerse pública la tragedia de las 400.000 mujeres que sufren malos tratos cada año y también ocurrió cuando un joven bailaor cambió la compañía de los paparazzi por la de los funcionarios de prisiones por conducir sin permiso y a velocidad excesiva, atropellar mortalmente a un hombre, darse a la fuga y tergiversar las pruebas. O cuando un gorila de discoteca rompió el pericardio de un chaval que pasaba por allí.«Se lavan las manos»Sin embargo, los padres de Iván no creen que la muerte de su hijo vaya a servir para mejorar las cosas, para incrementar la seguridad, para endurecer la Ley. «Las autoridades no van a hacer nada. Hay muchos casos de estos y nunca hacen nada. Se escudan en la Ley del Menor, se lavan las manos». Charo abre la boca por primera vez. Habla bajito, su voz es casi imperceptible pero ni siquiera la conversación consigue sacar su mirada del lugar en el que lleva perdida varios minutos.Es una mujer de aspecto fuerte, pero se la ve agotada. Necesita practicar un torniquete en la herida por la que sangra su alma cada vez que quiere hablar y el esfuerzo se aprecia a simple vista. «Somos gente normal, se nos están acumulando muchas cosas que no esperábamos», Enrique estalla en lágrimas y su esposa, la madre de sus otros tres hijos, cuenta que pasa los días «mirando a la puerta de casa, esperando a que entre Iván». En su casa de Covaleda el dolor se corta, pero tratan de vivir, de «vivir a ratos». «Somos gente que se lo guarda todo dentro para no hacernos más daño el uno al otro».Antes de despedirse, Charo, Enrique y Julián regresan a su sentimiento de impotencia. «Esto será otra muerte gratis, como tantas, pero vendremos al juicio». Ese día verán la cara del presunto homicida de su hijo. El juez determinará, si se contrasta su autoría, si E.H.H. cometió un delito de homicidio imprudente, en cuyo caso se expondrá a un máximo de seis años de internamiento en un centro de menores, o si el homicidio se produjo con dolo, extremo en el que la pena sería la misma, pero dos años más larga. Miran a los ojos, estrechan sus manos, aún húmedas por las lágrimas que han regado las palabras y nos piden que hagamos extensivo el profundo agradecimiento que sienten hacia todos sus vecinos de Covaleda y hacia los muchos burgaleses que han sentido esta tragedia como suya. Cumplimos y nos retiramos con su mirada vencida clavada en la retina y las palabras de un viejo profesor amplificadas en la memoria: Te acostumbrarás a la sangre y olvidarás. Lo olvidarás todo menos el sufrimiento de una madre.

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